Hoy he asistido a un desayuno informativo organizado por el Diario El Economista que tenía como invitada principal a la Ministra de Agricultura, Pesca, Alimentación y Medio Ambiente, Isabel García Tejerina. En su intervención ha realizado un somero repaso a la situación de la economía española y a la del sector agroalimentario en general. Me ha llamado especialmente la atención que al lanzar las cifras de empleo y aportación del PIB del sector agroalimentario, que de forma brillante elabora el equipo de Nacho Atance en el MAPAMA desde hace años, ha incluido a la distribución alimentaria en el conjunto y hablado de una aportación de más del 10% del PIB y de 2,5 millones de empleos.

Por el contrario, cuando ha desgranado las diferentes políticas que desde su cartera están desarrollando, ha hablado en todo momento de trabajar para mejorar la rentabilidad y la competitividad de agricultores, ganaderos, pescadores, cooperativas e industria alimentaria, con la ya recurrente y parcial alusión al problema que general el desequilibrio de la cadena agroalimentaria debido a la excesiva concentración en algunos eslabones.

Pudiera pensarse que dicha intervención responde a un tema estrictamente competencial -comercio es hoy competencia del Ministerio de Economía y competitividad (MINECO)- pero, como suele ser frecuente en este tipo de intervenciones, se utilizan las cifras de exportaciones del sector para destacar el buen hacer del gobierno y el sector -que no discuto- sin que importe aparentemente que comercio exterior también es competencia del MINECO. ¿Dónde queda entonces el comercio interior?

En la propia intervención, la Ministra ha dado el dato de que el 18,4% de los productos agroalimentarios que se producen en España se destinan a la exportación. ¿Acaso el 81,6% restante no es importante? La distribución alimentaria en España emplea hoy en día alrededor de 900.000 personas y su aportación al PIB ronda el 2,5% según sus propios datos, y lo que es más importante, garantiza que todos los españoles dispongamos a pocos metros de nuestras casas de todos esos alimentos que produce el sector primario y transforma el cooperativo e industrial, haciendo posible el desarrollo de su principal actividad económica y generando riqueza en las diferentes zonas de producción y, por ende, en el medio rural. Esta realidad merece que, de una vez por todas, venzamos superemos determinados mantas y reconozcamos el esfuerzo y los logros de todos los operadores de la cadena en su justa medida, dando ese importante paso hacia la visión de cadena que aún queda pendiente. Sin Agricultura, nada. Pero sin distribucion, tampoco.